dissabte, 27 de desembre del 2008

De donde no se vuelve


La magia de la vida es el encuentro.
El encuentro nos mueve. Nos posiciona... nos acerca.
El alma de la fotografía es el encuentro.
El retrato es un enfrentamiento.
Modelo y fotógrafo sostienen siempre un singular pulso donde el modelo
presiona de tal manera que pide violentamente un acto de comprensión.
Un enfrentamiento que vivo con una mirada frontal. Una mirada púgil.
Un desafío: la presión de lo indecible que quiere ser dicho.
Un juego masoquista, atrapar mi suspiro en la foto.
La fotografía se asienta en la fe de lo que es visible.
Por tanto, el suspiro no puede verse pero fotografiar me obliga a encontrarlo.
A multiplicar lo que miro.
Delimito el espacio.
Decido el cómo y el dónde mirar.
Mirar por la cámara protegiéndome y encerrándome por fin en mi mismo.
Tras la cámara me convierto en un cíclope.
Un único ojo anhelante.
Nietzsche dijo que no hay mundo sin espejo.
Un espejo para desnudar el alma.
La escenografía visible de un sentimiento al compás de mis emociones.
Con las fotografías un mar de recuerdos se despierta.
Se agita. Se encrespa
Fotos y más fotos que dejan tras de sí un eco. El eco de mis pasos.
La fotografía es un certificado de presencia… De ausencia.
La fotografía es iconografía de muerte. Está en su naturaleza.
En ella ya no somos como somos. Somos como éramos…
Nos lleva al otro lado de la vida.
Y allí, atrapados en mundo de luces y sombras,
siendo solo presencia, también vivimos.
Inmutables. Sin penas. Redimidos nuestros pecados.
Por fin domesticados. Congelados.
Hoy tengo conciencia que una forma de ver es una forma de ser.

Alberto García Alix

dijous, 4 de desembre del 2008

Ceuta


Hace 15 días visité Ceuta. Muchos me dijeron que si iba a Marruecos, porqué iba a visitar una ciudad española. Pues mira, tenia yo mucha curiosidad por ver cómo de española puede ser una ciudad en Marruecos.
La primera impresión no fue agradable, las fronteras nunca me han gustado: Pasaportes, dinero bajo mano, empujones, miradas… y eso que tengo pasaporte español y estaba entrando en el país!
Lo primero que encuentras al pasar es un mercadillo en un polígono industrial. No sé hasta que punto legal o normal, se supone que allí todo es muy barato. Muchos marroquíes cuando entran no van más lejos, no visitan la ciudad, simplemente compran allí aquello que resulta más caro o más difícil de encontrar en su país. Nosotros nos dimos una vuelta, y realmente era cómo estar en un mercadillo marroquí pero con más infraestructura. Entonces pensé… lo que yo decía… esto no es España.
Pero me equivoqué, tomamos un bus que nos dejó en la puerta del mercado municipal, y volvíamos a estar en España. Los productos, las paradas, la gente, el idioma, el tráfico, las señales, las calles peatones comerciales (si hay un Zara… estamos en Spain!), las luces de Navidad… todo!
A media mañana quedamos con tres españoles afincados en la ciudad, quienes amablemente nos enseñaron y nos contaron mucho sobre la ciudad. La verdad es que le han lavado muuuucho la cara, han restaurado toda la parte de las murallas y el foso y ha quedado muy bonito. Es una ciudad pequeña, accesible, donde da gusto pasear. Además, el clima acompaña, a pesar de ser finales de Noviembre se podía ir perfectamente en manga corta e ir a la playa (lástima que no íbamos preparados!)
Con ellos aprendimos peculiaridades de la ciudad, como la dificultad que la gente que va a estudiar a la península vuelva después en Ceuta (pues las oportunidades son las que el terreno permite), como que la única actividad en la ciudad es el comercio, el funcionariado y los militares (que queréis, no hay sitio para más), y como la gente que vive y trabaja allí está encantada de la vida y no tienen necesidad de salir demasiado.
Fue curiosa la conversación en la que hablaban de las próximas oposiciones que iban a salir, y a ver a cuál se presentaban. Normal, si quieres conseguir trabajo eso es lo que hay. En la península hay gente que se pelea por ser funcionario, en Ceuta se lamentan de tener que serlo con el riesgo de caer en el letargo que eso puede suponer.
Cómo estábamos en España, comimos, como no, a las 4 de la tarde, en un pequeño restaurante de frituras. Degustamos variedad de pescadito, y probé los corazones de pollo, que yo no he conocido en otro lugar de España, a parte de Ceuta. Todo acompañado de claritas o cañitas… todo muy típico!
Pero realmente Ceuta está donde está, y para dejarlo claro por la tarde subimos a un mirador en el que, ya al atardecer, el frío se hacía presente, con lo que entramos en calor con un té y unos dulcecitos muy calóricos pero riquísimos!
Y ya a las 7 pensamos en volver a Tánger (eso es lo que tienen los visados, que no permiten que muchos marroquíes pernocten en la ciudad). Curiosamente, la salida fue mucho más fácil que la entrada. Seria porqué nosotros nos habíamos comprado nada y volvíamos de vacío, pues la gente que llevaba grandes bolsas estaban retenidos en la aduana, sin motivo aparente, solo para tocar las narices un rato hasta nuevo aviso. Qué fácil es todo habiendo nacido al otro lado del estrecho…
Sólo nos separan 14 kilómetros.